12. EDUCACIÓN Y SOCIEDAD

     Siendo el humano un ser social, es la sociedad la que por inercia forma o deforma al hombre y es la EDUCACIÓN el único móvil seguro, capaz de romper esa inercia y sus latentes tendencias riesgosas para conducirnos conveniente, gratificante y dignamente, es decir, HUMANAMENTE.
     Es menester recordar que la sociedad tiene dos instancias para cautelar el comportamiento humano: La primera y fundamental es la EDUCACIÓN que es preventiva y la segunda, complementaria, la JUSTICIA que es correctiva.
     Si la educación humanizadora se da en toda su magnitud, le dejará muy poco qué hacer a la justicia, mas si impera una mala educación, entonces el individuo descuidado se deforma y extravía y, en consecuencia, la sociedad se descompone, pierde el rumbo y en esa descomposición social perdemos todos.
     Los sistemas instruccionales caducos que aún predominan en las sociedades contemporáneas, humanamente decadentes, con sus perversas teorías de "competitividad mercantil" han exacerbado tanto el individualismo a tal punto que el hombre de hoy ve en cada uno de sus semejante un competidor, un enemigo con el que debe disputar a muerte un lugar en este sucio tráfico en el que el ser humano es un objeto mercantil más.
     Enfrascados en esta guerra cada vez más encarnizada, más inmunda, somos incapaces de darnos cuenta perdemos todos y al final, irremediablemente, lo perderemos todo.
     La única, factible, pacífica, urgente y definitiva solución es la educación, empero una educación genuinamente humana.
     Es urgente que en comunión de padres, docentes y todo humano de buena fe instauremos la Educación Trascendente como derecho universal de todos los seres humanos, sin exclusiones, a fin de que destierre, de raíz y para siempre, el abandono, la ignorancia
la mediocridad, la opresión, la corrupción  y la delincuencia. A su vez es imperativo que la justicia, con humana dedicación, sapiencia y firmeza, cumpla con su cometido regenerativo, sin excepciones ni impunidades.
     Logremos que la educación, con amor, nos forme y encamine y que la justicia, por amor, nos reforme o controle, no queda otra alternativa. La violencia social por inequidad e injusticia y la inseguridad ciudadana ya son invivibles y tienden irremediablemente a empeorar, si no re-evolucionamos espiritualmente vía la EDUCACIÓN HUMANIZADORA. Reaccionemos antes que sea demasiado tarde.
     La mejor política y la doctrina más humana es la educación, los demás saberes y quehaceres son muy importantes, mas el verdadero valor de éstos depende necesariamente de nuestra formación espiritual.
     Eduquemos cada sueño, cada impulso, cada actitud y habremos humanizado el mundo con el consecuente bienestar de todos y la integridad de todo.  Regeneremos la humanidad.

     Convenzámonos, de una vez por todas, que algunas doctrinas filosóficas, religiosas y políticas tienen, cada cual, valores muy rescatables que ofrecer para la construcción de una digna convivencia humana, mas sin verdadera educación el comportamiento de la mayoría de sus seguidores es francamente deplorable.
     ¿Hemos alcanzado la suficiente madurez, dignidad, valentía y disposición para luchar por una auténtica educación 
 que por fin sirva para humanizarnos o seguiremos dejando que la sociedad de consumo con su perversa instrucción utilitaria nos mantenga como simples objetos de su irracional y desalmada propiedad? La respuesta la tenemos, ineludiblemente, cada uno de nosotros.

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